18 jul 2007

EL CUENTO DE LA MÁSCARA... (PARTE 2)

Está descansando y recordando lo que puede. Ha notado cómo se nubla su memoria cuando trata de revivir mentalmente los pasajes de su vida anterior al sueño. Ese sueño se ha repetido, aunque con ligeras variantes, varias decenas de veces durante los últimos cinco años. La cabra ahora se aparece en dos patas desde el inicio, dice las mismas palabras en latín que Ezequiel no descifra y no se ha molestado en tratar, lo envuelve en sus brazos viéndolo a los ojos, y con ese gesto tierno que ahora mantiene durante todo el encuentro en cada sueño (ya que a Ezequiel le ha dejado de intrigar el súbito crecer de los bigotes), sin quejarse el animal, recibe el alma en sus ojos por un momento y lo deposita de vuelta en el tendido como cuando una madre abandona a su hijo en la cuna, en silencio y con un beso en la frente, aunque ella no mira hacia atrás cuando se retira.

Hoy en su cumpleaños número "veinticinco" el viejo artista se siente exageradamente cansado. No acostumbra recostarse durante el día. Antes de saberse pintor de paisajes, que tantas satisfacciones y hasta entrevistas le traería, solía dormir durante casi todo el día solo esperando a que terminara su vida. No le gustaba nada. Después, cuando comenzó a enamorarse de los colores, las flores y los mínimos detalles que plasmaba en sus obras, esa apatía disfrazada de constante fatiga desapareció. Aún después del sueño-nacimiento (el cual por cierto le causara renunciar al gusto de dedicar todo su tiempo a realizar esas obras por hacerlo con otras un poco distintas), esa actividad de veinte horas diarias sin parar seguía para el artista. Hoy no lo había logrado. Después de caminar como todos los días lo hacía, en busca de materia prima, había decidido descansar un poco antes de regresar a su "taller" (una cueva húmeda en medio de la selva que era resguardada celosamente por sus amigos murciélagos a los que rara vez veía) y sentarse a tallar y armar sus codiciadas piezas. Así, recargando la espalda en su morral y mirando fijamente sus sucios pies desnudos como siempre, recuerda su segundo nacimiento. El temor a conciliar el sueño se le presenta y no sabe por qué. Ha tenido tantas veces ese encuentro con la cabra que ya no le asustaba. Al contrario. Las palabras en español que el animal le comparte en sus apariciones son cada vez más reconfortantes y cariñosas. Ezequiel le llama Madre. Le encanta sentirse amado pero no siempre. Por eso, con las intermitentes señas de amor que ella le demuestra durante sus sueños, se siente cómodo. Él se sabe, aunque muy viejo, un animal solitario e invencible y no necesita de nadie pues nunca lo hizo. Solo de vez en cuando con su Cabra, finge ser un débil dependiente de un ser superior, un hijo.

El temor no lo abandona aún. Es una lástima que ya no tenga fuerzas para ponerse de pie y busque algunas hierbas u hongos que lo hagan descansar. Con el tiempo y sus experiencias viajando desde el norte hasta el sureste del país, ha aprendido a usarlas y usarlos. Ahora solo espera que la fatiga venza al miedo que lo tiene temblando y logre dormir para recuperar fuerza. Empieza a caer la tarde pero no le preocupa. Ha hecho el experimento de cerrar los ojos en donde esté y caminar sin ver a donde su corazón lo guíe. Siempre ha llegado sano y salvo a su "taller", aunque le toma más tiempo. Por eso sabe que, si para cuando recuperara fuerzas suficientes para emprender su regreso la noche ya estuviera presente, él terminaría por instinto en su húmeda cueva despertando a los murciélagos o bien hasta la mañana siguiente.

Las estrellas y la luna ya son su techo. Mientras más tiembla más cansado se siente, pero no puede lograr que sus cuerpo se abandone y duerma. El miedo aumenta y está logrando desesperarlo. Este viejo ya no está para estos trotes. Ha intentado gritar para desahogar su ira pero ni para eso le alcanza la poca energía que tiene. En su morral tiene un par de plátanos pero prefiere mantener el hambre. Si come las frutas es posible que estas le inyecten energía suficiente para frenar más el sueño pero no bastante para ponerlo de pie y hacerlo caminar los cinco kilómetros que calcula, al menos, lo separan de su destino. Según sus cuentas ha estado ahí tirado por más de siete horas. Por fin se decide estirar la mano derecha por arriba de su cabeza y sacar algo de su morral. Son los materiales que había conseguido para realizar su obra del día. Cumple hoy seis años de incondicional y diariamente armar y tallar algo, y hoy no iba a romper la tradición. Cuando sacó las piezas de su morral, las acomodó justo a su lado derecho. Afortunadamente el cielo estaba despejado y había luna llena. Aunque la luna tenía un color raro, casi anaranjado, daba buena luz ayudada de las estrellas que la rodeaban. Con la ayuda de sus cansados pies se alcanzó una vara seca. Era de una madera extraña para esos rumbos. Por un momento creyó que era palo fierro pero después se reprochó haber dudado: "Es imposible que en esta selva haya madera que solo en los desiertos se encuentra Ezequiel, no estás en tus dunas" pensó. De cualquier forma la vara era extremadamente dura y serviría para tallar lo que fuera necesario.

No lograba imaginar armar una obra con esa materia prima. No había lo suficiente para hacer los tambores que tan bien le quedaban aunque nadie se los compraba, pero que gracias a ellos mataba el insomnio cuando rara vez lo atacaba golpeándo los cueros hasta el cansancio. Tampoco había encontrado ningún trozo de madera lo suficientemente grande y blando para tallarla y lograr esas formas raras que no sabía por qué gustaban tanto a los chamanes y brujos. Cada vez que alguno de estos lo buscaba para comprarle sus piezas, pensaba de dónde diablos había aprendido a plasmar esas formas. Aunque para ser sinceros, no lo intrigaba mucho ya que casualmente, las veces que lo buscaban en sus lares para comprar su bellas-horribles piezas, coincidía con que a él le rechinaban ya las tripas por no haber encontrado bocado por días. Así, sin pensar y a cambio de comida, él repartía sus obras. Pareciera que sus compradores supieran cuándo él iba a estar desesperado y no les costaría trabajo casi arrebatarle sus piezas a cambio de un plato con comida. También pareciera como si alguna fuerza superior le mandara esas especies de milagros a Ezequiel, pero para él esos no existían.

Después de casi una hora de estar tratando de idear qué hacer con lo que había encontrado durante el día, ahí tirado, se preguntaba por qué justamente hoy lo invadiría este cansancio que nunca había tenido mas que cuando "nació". Sin encontrar una respuesta lógica volteó al cielo como si ahí la fuera a encontrar escrita. Se sentía observado. Notó que la luna era ya casi roja. Nunca había visto eso. También notó que las estrellas habían desaparecido en un cielo despejado. Ver hacia arriba era encontrarse con un lienzo negro y un círculo color rojo al centro que aparentaba la boca de un túnel. Muy raro hasta para Ezequiel que ya había visto mucho, si no es que todo.

Las tripas se le pegaban del hambre. Sentía ya cómo entre ellas se devoraban, pero se resistía a comer los plátanos. El cansancio no le empeoraba pero tampoco se recuperaba. El miedo seguía constante e intenso. Entonces sospechó que se moría. Era hora de despedirse? A su "corta" edad era todo lo que iba a vivir? Volteó a ver sus manos. Bajo esa luz roja de la luna se las notó más viejas que lo normal. Las uñas largas y mugrosas le brillaban como si estuviera gozando de excelente salud. Raro contraste. Se quitó el pañuelo que llevaba amarrado en la frente y lo puso a su derecha junto a la bola de chatarra inservible que había recolectado. Su cabeza descansó, y cuando cerró una vez más los ojos, sintió por un segundo como si por fin conciliaría el sueño, pero no; solo vio por un momento a su Madre, erguida en dos patas y con los bigotes más largos que nunca, llamándolo y con los brazos abiertos. Casi podría jurar Ezequiel que le notó una sonrisa en el hocico. Abrió los ojos conteniendo el susto (la última vez que dudó de la imagen del animal escuchó un sonido que no quiere volver a experimentar y mucho menos en su agonía). Ahora sabía que era hora de entregarse e irse de este mundo pero no sin antes dejar realizada su última obra. Reflexionó que su misión en esta realidad de la que se despedía era esa, su arte. De algún lado sacó de pronto fuerzas y creatividad. Sin cambiar de posición, tomó el cráneo de burro y separó la mandíbula hasta arrancar la parte inferior y lanzarla lejos de lo que estaba por convertirse en su tumba. No quería basura. Comenzó a llover extrañamente. Esa agua provenía de algún lado distinto a las nubes. No había nubes en ese cielo. Sin dejar que esa extrañeza le preocupara, con prisa tomó lo que restaba del exótico material animal (el cráneo y la parte superior de la quijada que quedaron unidos con todo y los dientes) y lo cubrió de tierra dejando a la vista solo los dientes frontales. Mientras dejaba que la lluvia humedeciera al montón de tierra que esto formara y que colocó en medio de sus piernas, tomó su demás material. Era una cola de caballo solamente. Los pelos seguían manejables y frescos. La había arrancado de un animal que no llevaba más de tres días muerto. Usó sus uñas como peine y la dejó reluciente, como si hubiera contagiado algo de su brillo. La separó en dos y luego una de las mitades a su vez en dos. Al final tenía tres partes, una más grande que las otras. Cuando terminó con esto, volvió la vista a entre sus piernas. La tierra que cubría el cráneo de burro ya estaba rígida en su mayoría y en partes era como una especie de resina pegajosa. Sin detenerse a reflexionar en la razón de la rara reacción química que enfrentó su material, tomó su vara seca y fuerte y comenzó a tallar improvisadamente sobre las partes rígidas, sin pensar sus movimientos. No tardó más de dos minutos en saber qué estaba creando. Sonrió y la fatiga le volvió de porrazo como si el mundo le cayera encima a manera de castigo. Como si le dejara saber que eso era cosa seria. Con trabajo usó la resina como pegamento y colocó las dos partes pequeñas de lo que fue la cola de caballo. Cada una por su lado. Hizo lo mismo con la más grande cuidando mucho su acomodo y deseó tener más de ese pelaje para cubrir otra parte y culminar la obra. De pronto notó cómo esa precisa parte se llenó de un pelaje muy similar, poco a poco, y justo en el largo que el artista había proyectado mentalmente al pensar con anterioridad. No había de qué sorprenderse, para qué? Solo sintió el mismo alivio de siempre cuando durante su vida culminaba cada pieza y fue lo último. La vida se le acababa y él sabía. Ezequiel ya no sabía si estaba despierto o dormido, ya no le importaba. Todo cesó. La lluvia, el cansancio, la luz y el miedo no significaban nada. No sentía nada. Todo estaba oscuro menos él y su obra. Pareciera que había dos focos dando luz directa a esos dos puntos, como cuando en un escenario se obliga a la audiencia fijar su atención ahí. Vio su alma salirle lentamente por el ombligo y se auto-despidió apenas levantando la cabeza. Cuando ya solo quedaba un hilo de alma en su cuerpo, volteó a ver lo que sería su primer máscara hecha y su última obra de este mundo, y se despidió diciendo "Adiós Papá, mucho gusto ".

FINAL.

17 jul 2007


EL CUENTO DE LA MÁSCARA... (parte 1)

se llama Ezequiel y no sabe cuántos años cumple. En realidad no sabe qué día nació. Desde aquella entrevista que le hiciera hace más de veinte años la revista esa que se dedica a fotografiar e imprimir en sus páginas a gente de usos distintos al promedio de las civilizaciones avanzadas, como si fuera una ventana al circo del mundo al que nadie quiere voltear a ver de lleno, mintió en su nombre como también en su fecha de nacimiento. En lo primero por que no le gusta (lo considera muy sofisticado) y en lo segundo por que nunca se había detenido a pensar. Improvisó contestando: "seis de junio del ´66". "De 1966?" Preguntaron casi riendo los entrevistadores (cuando sus cálculos les indicaban que ese señor estaba diciendo cumplir dieciocho años de edad ese mismo día), por lo que como instinto Ezequiel repeló con cara de disgusto, sin despegar los ojos de su obra y casi gritando : "De 1866, pendejos". Seguramente en el tiraje de la revista impresionó cómo un hombre de ciento dieciocho años de edad tenía esa capacidad física, mental y artística a la vez. No se quiere ni imaginar, si los mismos norteños lo encontraran ahora en el sur de México en donde camina, lo que pensarían y gritarían en sus páginas. Ahora es veintitrés años mayor a los que tenía en aquel momento. Los comenzó a contar desde ese día en donde "casualmente" le preguntaban de su labor justo el día en que cumplía años y por lo que recibió de regalo una navaja suiza (de esas que tienen lupa, varias puntas y hasta una cuchara) la que tiró a un barranco cinco minutos después de despedirse de ellos y recibir su pago en efectivo por contestar mentiras.

Desde ese preciso día de las mentiras percibió un cambio. Le gustó el día que escogió para nacer y lo adoptó. Tras caminar rumbo las dunas de arena que llamaba su "casa", situadas a menos de dos kilómetros de un poblado austero de apenas unas cincuenta casas pero que contaban la mayoría con servicio de luz y drenaje, sintió un cansancio exagerado. Recuerda que casi se entregaba a él y pasaba la noche fuera de casa, en un tendido improvisado y al lado de un cactus, pero no, hizo un esfuerzo sobrehumano y luchó por llegar a su destino. Cuando llegó por fin a sus dunas, no tuvo las fuerzas para guardar sus obras en el baúl de siempre (que escondía bajo el montón de cobijas y chatarras que simulaban un depósito de basura alterno a forma de camuflaje y protección para sus tesoros). Nada más alcanzó a extender su abrigo, recargar la cabeza en la olla de siempre y a decir las primeras dos palabras de la primera de las diez oraciones católicas que sin falta rezaba volteando a ver a las estrellas siempre antes de dormir.

La cabra le hablaba. Lo miraba a los ojos directamente y se acercaba. No entendía lo que le decía, presumía que por la lejanía. La escuchaba con un volumen alto pero era ininteligible. Mientras se acercaba, la escuchaba cada vez con menos intensidad pero todavía no lograba descifrar lo que le decía. La cabra no parecía alterarse. Sin prisa acercaba su cuerpo, significantemente más grande que el de una cabra normal, rumbo a la posición de Ezequiel. Cada vez la voz era más baja, cada vez la cara de la cabra estaba más cerca de la de Ezequiel, cada vez él dudaba más de lo que le decía el animal, cada vez este tomaba un color más rojo en su pelaje y su olor cada vez más intenso a podrido hacía que al artista se le inundaran los ojos de lágrimas. La voz era ahora casi un suspiro y los cuernos chocaban ya con la frente del azorado hombre. Lo único que puede asegurar el artista es que es latín. La cabra le habla en latín y él lo sabe aunque no descifra nada. Se queda callada un par de minutos, el gesto en su cara cambia, le crecen bigotes y el semblante es ahora tierno y dulce. Ezequiel no conoce el amor maternal pero ese gesto nuevo lo hace sentirlo y le sienta cómodo aunque la aparición de los bigotes en el hocico de la cabra lo hace dudar. El animal cambia repentinamente en cuanto percibe el titubeo y se queja con un sonido nunca antes escuchado en el mundo entero. Casi truena los tímpanos de Ezequiel y, mientras se cubre los oídos para protegerse, se preocupa al mismo tiempo que sus vecinos escuchen y descubran que un vagabundo vive ahí escondido en un nido de ratas tan cercano. El animal habla español y le grita "ERES MI HIJO!", le crecen brazos y manos, y sujeta a Ezequiel hasta que casi lo asfixia pero sin dejar de mirarlo directamente a los ojos. Por un momento siente que el alma sale de su cuerpo y nada en la grande y oscura retina del animal. Después se ve y se siente volver a su cuerpo original, mientras un intenso frío lo envuelve. Se congela y el animal lo suelta tiernamente y se retira caminando ahora en dos patas, sin mirar atrás hasta que lo pierde de vista.

Ezequiel se despertó de inmediato. Era el medio día y no entendía por qué tanto frío en ese desierto. El sol le pegaba directo mínimo hacía tres horas. Su piel arrugada estaba más quemada que lo normal aunque no le dolía. Sudaba como un puerco pero el frío no cesaba. El abrigo empapado tenía arena pegada, igual que su grueso cabello blanco y rígido, y sintió la peor sed de su vida. Se levantó lento, que es lo más rápido que puede por su edad, y desesperado fue por la reserva de agua que guarda en el mismo baúl en el que guarda sus obras luchando contra la artritis. Mientras desesperado se traslada, nota unas huellas. Las huellas de la cabra. De norte a sur el rastro había sido hecho por un cuadrúpedo, de sur a norte era de un erguido con pezuñas. En ese momento recordó su sueño y lo atacó el pánico, quiso tirarse al suelo y llorar pero necesitaba tomar. Mientras caminaba, borraba las huellas arrastrando los pies sobre de ellas. Por fin llegó al montón de cobijas y triques, escarbó y encontró su baúl. Lo abrió y encontró el recipiente de agua. Solo y muy frío. Volvió a recordar la pesadilla y el frío que sintió en ella, mientras tomaba esa agua casi hecha hielo que le calmaba la desesperación. Lloraba y tomaba. La razón volvió y se dio cuenta que sus obras no estaban. Ni en el baúl ni junto a su empapado abrigo. Se sintió solo como nunca. Buscó las pocas huellas que todavía se notaban y que lo llevaban al sur y las siguió sin dejar de llorar. Mientras más bebía más lágrimas expulsaba, sin esfuerzo. No le importó nada, el rastro de las huellas desapareció pero él siguió caminando. Hacia el sur y sin pensar. Era el segundo día de su año Uno y su vida había cambiado. Ahora era hijo del Diablo y apenas había nacido. Llorando como todos cuando apenas nacemos...

12 jul 2007

No se me acostumbren...

Las noches son cortas para mí (las de lunes a jueves). Llego a mi cama y en automático me duermo. Cuando bien me va alcanzo a leer algunas páginas de lo que esté vigente en mi cabecera mientras escucho algún disco (he tratado de dejar de ver la televisión a esas horas y así motivar a volver mi perdido hábito de lectura) y ya, cierro el ojo y apago el switch que hace que deje de pensar. Me gusta mi forma de dormir. Mejor dicho, me gusta mi facilidad para dormir. Puedo estar dormido hasta que me duela la espalda y muchas veces me pasa, sobre todo los domingos. Basta con estar acostado, cierro el ojo, me decido y Morfeo llega por mí como esté, con ruido, sin ruido, con hambre o con la barriga llena, con nervios o con lo que sea. Ni las peores experiencias de mi vida lo han asustado, nada más el coraje ha logrado un par de veces que me ronde paciente antes de llegar por no más de una hora y después no encuentra resistencia.

No por que me sea sencillo perderme en la almohada no lo aprecio. Soy celoso y trato de cuidarlo aunque a veces se me olvida y mantengo vigente la estúpida costumbre de dejar el celular prendido, la cual desarrollé cuando esperaba llamadas de la Pecosa a todas horas, incluyendo las deshoras (cuando por borracha o simplemente por loca me buscaba para decirme, contarme, pelearme, cantarme, llorarme, molestarme, sondearme, encelarme, etcétera, según el caso). A la fecha todavía me llegan llamadas que me despiertan y no me dejan absolutamente nada bueno (se puede notar en uno de los posts anteriores a lo que me refiero), absolutamente nadita bueno.

Pero como en toda regla puede existir una excepción (que es muy distinto que para toda regla hay una excepción), ayer recibí una llamada que me alegró la madrugada y me hizo decidirme a pegar la oreja sonriendo. Me sentí bien. Como siendo correspondido aunque no se si en este exacto caso aplique. Como de vuelta en el pedestal del que me he esforzado a abandonar, pero más pasivo y tranquilo, más sincero, y a fin de cuentas yo en mi cama.

-"...aunque yo sigo este mundoooo guaaa guaa guaaaaaa"-

Con música de fondo se escuchó por la bocina justo después del timbre que hace que el radio-celular te avise que a su vez alguien te está diciendo algo por esa vía y el cual precisamente me hizo saltar de la cama y ponerme alerta. Eran mis amigos, varios de los más cercanos gritando mi canción. Pedazos de la canción que me he encargado de cantarles cuanta vez se paran conmigo en la Cueva en la que tanto me gusta tomarme mis rones. Esta vez fueron ellos por su parte y se acordaron de mí. Me despertaron, tal vez como travesura, pero esta vez no les salió. Me dió gusto oirlos ahogados tratando de cantar mi canción, pasándose la bocina entre ellos como si fuera la "bolita" a ver quién se llevaba el insulto de el "Abuelo" (como me dicen cuando ladro algún consejo o cometario conservador dedicado a ellos sin que me lo pidan), aunque lo único que consiguieron fue un "GRACIAS" acompañado de risas sinceras. Total! Eran casi las cinco de la mañana y faltaban todavía dos largas horas de sueño! No lo puedo creer pero me da gusto, me dio gusto.

-"voy vestido iguaaaal que cualquieeeeraaaaaa... (O MEJOOR!!!-al fondo-) y vivo con la vida de hoooooyyyy... guaaa guaaaaaa guaaaaaaaaaaaaaaaaa"-

El volumen de los "cantos gritorianos" iba subiendo. Como si tras percatarse que no había apagado el aparato para no escucharlos más, o bien mis risas de loco, los hubiera motivado. Yo fascinado. Es la mejor llamada no deseada que he recibido. No puedo recordar si ya había sucedido antes, tal vez, pero aunque no se identificar qué habría hoy de distinto para que me diera gusto en vez de lo contrario, algo pasó y me alegra. Tal vez mi corazón está más contento y mi realidad más cómoda, o tal vez simplemente los traigo de moda. Vuelvo a lo que he venido compartiendo: Gracias por momentos como esos. Gracias a ellos 3: El Cabezón, El Niñote y El Oscuro. Los tres excelentes amigos. El primero relativamente reciente pero un gran soporte, el segundo y el tercero integrantes del trío traumado por la experiencia que solo a mí me tocaba enfrentar (ya la contaré) y que desde ese día, con sus detalles casuales y raros, han estado conmigo en el camino. Gracias por conocerme. Me da un gustazo saber que si un día ya no me presento a este salón-mundo a la hora de pasar la lista (no lo tomen dramático, ya saben que la Calaca y yo estamos muy familiarizados uno con el otro y no me da miedo imaginarme con ella, al revés, saben que casi vivo preparando mudarme a su lado cuando me llame, aunque tampoco tengo prisa) tendrán una referencia, una canción siquiera mas lo que les salte a la memoria, para acordarse y hacerme reir mientras alcance a verlos. La experiencia se queda. Tonta tal vez pero importante para mí. Me dormí sonriendo y eso creo que nada lo había logrado. De ahora en adelante (ahora sí), a apagar cualquier aparato de comunicación antes de dormir, no se les vaya a hacer costumbre.


9 jul 2007

Empezando por lo importante...
En este año he tenido buenos ratos. He estado solo. El primer año de mi madurez solo y me siento bien. Creo que los caminos se abren y empiezo a notar el camino que debo seguir. Estoy parcialmente orgulloso. A fin de cuentas todo lo que me está pasando lo había visualizado. Falta todavía pero esto lo había planeado. Ahora me doy cuenta y me aplaudo (suena engreído pero este y con el Sensei resultan los mejores espacios para expresar el sincero sentir), pero falta más, me siento en deuda y vuelve ese hueco que siento, el que a veces uso en mi favor pero veces como estas me confunde, me deja pensando.
A quién le agradezco? No hay norte en mi vida en ese sentido. Usualmente digo la frase "en todo creo pero en nada creo" y es muy cierta en mi realidad. Católico confirmado soy, practicante intermitente desde hace muchos años y definitivo desertor desde hace casi seis. Me da risa cuando volteo para atrás, como casi siempre. Quién me viera de niño en colegios maristas, sintiendo de verdad las misas y ceremonias, hincado, rezando el padre nuestro con las manos extendidas digno de una imagen de propaganda fanática? Es más, en mi primera comunión lloré! Ahora quiero pensar que de miedo pero creo que fue de emoción en ese tiempo, qué risa, quemen la evidencia! Ahora nada. Antes cualquier ceremonia se me hacía patética, ahora especialmente las católicas, por descaradas y otras cosas.
Repito: A quién le agradezco? Soy cuasi asiduo de un Santero. Se me ha acomodado esa práctica. A fin de cuentas tiene el fundamento católico que traemos en los genes pero con un misticismo extra, además del alcance maligno que resulta tan atractivo, que me resulta tan atractivo y de lo cubano. Soy hijo de Changó, rojo y blanco son sus colores. El Orisha venerado por ser el del trueno, la música y de la guerra; temido y querido; por excelencia el de los hombres, mujeriego, jugador, adivino, amante de los tambores, buen amigo y guerrero. Me gusta. Me interesa esto pero todavía no tanto. No concibo sin esfuerzo (cualidad que me resulta indispensable para ser seguidor de alguna creencia) dar gracias y ofrendas traducidas en sacrificios animales por ejemplo. Se que son prácticas de antaño pero nomás no las encuentro atractivas o necesarias. Hubo una experiencia al inicio que me enganchó y ha tenido resultado en los amigos que he inducido. Pero de esa práctica mística y medio esotérica no ha pasado. No para voltear y decirle gracias mientras una paloma es atravesada o una gallina degollada, todavía no.
Me contesto: No me queda mas que decir GRACIAS al o los que me ayudan. Se me complica la idea de no visualizar algo o alguien mientras lo digo, por eso no lo hago pero en fin. Gracias a mis muertos con injerencia todavía en este plano. Gracias a los obstáculos, golpes y experiencias fuertes en mi vida... y si le doy el crédito que merece a lo terrenal y me olvido de lo celestial o "superior"? Me voy a sacudir la complicación que me causa tantos cuestionamientos. Antes de agradecer a lo desconocido mejor prefiero voltear a ver un par de ojos y comunicar mi reconocimiento. Gracias a mis vivos con injerencia en mi realidad, todos indirectamente y algunos directamente. Gracias a los que me aconsejan. Gracias a los que me aconsejan y escucho (Tatuaje Prometido, Mamá, El Sensei, El Ave, El Excepción, etcétera). Gracias a mi lado diestro y mi siniestro. Gracias.

6 jul 2007







Ya son cerca de tres años y siguen sucediendo cosas. Por una parte ya me siento enfermo de tantas. Por otra es una especie de ilusión, de la sal y pimienta que me gusta que tenga mi vida. Aunque mi auto-protector me frena. No se merece mi atención, debería estar volteando para otros lados. Bueno, la verdad es que volteo para muchos lados, pero ese flanco debería estar olvidado, bloqueado. Me costaba trabajo creer en esa conexión entre personas que se relacionaron en algún momento pero cada vez me convenzo más. La energía es muy poderosa, lo he experimentado varias veces. Claro, no cualquiera. Yo por lo menos no confío tanto en mi capacidad mental pero de la suya sí, es la que más me preocupa. Cien a uno a que es el pilar principal de lo que queda de puente entre nosotros, si es que queda. Es posible que recientemente haya decidido mandar al escuadrón de derrumbe por contingencia y ahí haya quedado todo, eso espero. Me acuerdo que el Santero le dijo: "tu podrías estar haciendo lo que yo hago". También me acuerdo cuando estábamos juntos que no me gustó tanto la idea en ese momento, ahora menos.

Me pregunto qué estará pensando. O qué habrá pensado. Digo, la verdad es que hice algo cuyo riesgo de ser mal interpretado es peor que ver salir a un ministro de culto de un negocio como el del Excepción (por describir). En el fondo sabía que era ella, casi no me quedaba duda, por eso no me preocupé por confirmar, total, para qué? Ojalá de este pensar sobrio me hubiera acordado en ese momento. Mis pensares sobrios suelen ser muy distintos a mis ebrios...

Saliendo del concierto de los Amigos (qué buen concierto por cierto) y de dejar en su casa al Ave Leña (activa lectora y comentadora de este espacio además de excelente amiga, compañera, vidente, deductiva e incansable promotora de mi equilibrio) fui en busca de mi buen amigo... El Excepción (un excelente amigo personal que cumple con muchas de las características de lo que nunca escogería para amigo pero lo es, confirmado). Después de tomarme más tragos con él, escuchar y cantar en la Cueva favorita de ambos (un bar digno de locación de película mexicana de bajos recursos) fuimos a hacer corte de caja a su lugar. Suelo, cuando lo acompaño, platicar con sus empleadas. He desarrollado una capacidad de avenencia muy particular con ese gremio tan particular. La clave es escucharlas y sorprenderte. He escuchado de todo y finalmente, después de una tendidísima plática de quince minutos me convierto en un diván. No se por qué, debe ser mi trato o simplemente mi físico que no es compatible con sus intereses y no resulto atractivo en otros aspectos. Tal vez mis ropas, o mis maneras, no se. Yo me divierto, me cambio de nombre, de oficio, de personalidad (a veces soy como no soy), en fin, aprovecho mientras aquel cuenta sus billetes y trato que no me descubran entre ellas haciendo amarres de información dignos de un espía.

Así lo hice alguna vez antes con "Miroslava" (este no es seudónimo. Bueno, sí es pero no la bauticé yo para este espacio, así se "llama") y terminé dando mi teléfono para darle un consejo legal o legaloide en su caso. Me pareció, sin querer sonar engreído, que quedó encantada con mi trato. Seguramente en mi "curda" (como dicen los cubanos) pensé en que me había ganado un nuevo cliente o simplemente andaba jugando al salvador, todavía suelo hacerlo aunque ahora menos que antes. Dos horas después...el rin ring de mi teléfono en el más alto de los volúmenes (mi error) me despierta. Teléfono desconocido 323120303 o algo así veía en la pantalla. Apenas recuperándome del susto contesto y El Mudo. Cuelgo... suena. Contesto y El Mudo otra vez. Cuelgo... medio pienso, medio me enojo y marco... contestan y El Mudo. Diciendo alguna frase como "qué hueva" Colgué y me dormí.

Es el caso que aquella vez (después del concierto y de dejar al Ave Leña, de la visita a la Cueva favorita, y que acompañé a El Excepción a hacer corte de caja -véase dos párrafos antes-), me encuentro una vez más con la buena "Miroslava" (ni tan buena la verdad). Esta resultaba ser la única-otra sospechosa de la llamada que dios sabe bien cómo me sacó un susto cuando ya estaba soñando. Tal vez me había escuchado la voz de dormido y le dio pena (uno qué sabe lo que piensan estas mujeres). Ya con forma de diván, aunque esta vez muy desvencijado debido a los rones, me quise quitar la duda y: No. No era ella la que me había marcado, aunque lo dijo en un tono que no me terminaba de convencer...
-Ahorita va a ver, seguramente no cuenta con que guardé el teléfono. Ya hace casi dos meses de eso- pensé. No se si era que la quería "sorprender" o qué diablos. Tal vez lo que quería era quitarme esa pequeña duda que traía. Cualquier día pude haberlo hecho, yo se. De hecho lo traía planeado (en un teléfono público, jugar una bromita pesada, a veces hago eso) pero no, ese día a esa hora me decidí y marqué el número que guardado en mi teléfono como "Marcar" esperaba su turno. Total, qué puede pasar:

Riiing, riiing, riiing, riiing, riiing, riiing... entra una grabación:

Voz de hombre, casi robot de esas que son pregrabadas: -Estás hablando al teléfono de...-

Voz de mujer, casi niña, de esas que no se olvidan: -La Pecosa-

En mas o menos uno coma tres segundos pensé: Putísima madre! Qué voy a hacer? Cuelgo!? No, no mames!! Son las seis de la mañana! Qué mamada! Qué hago!? Qué pendejo! Si ya sabía! Para qué hacía esta mamada!? Ahora qué voy a decir? Cuelgo? Me lleva la chingada! No! Si cuelgo está peor...

-Pip...-suena el tono.

Instantáneo "vuelvo a la compostura" y literalmente ladro:

-Nada más reportándome a una llamada perdida- Dije eso mientras mi cabeza se flajelaba, se taladraba diciéndose... "DOS MESES DESPUÉS?! Muy salsa dices eso!? PENDEJO, PENDEJAZO"

Bueno, son cosas que pasan pero me sigo preguntando... Qué estará pensando?

3 jul 2007

Aaaaaachú!


"Te extraño Pecosa. No entiendo por qué colgaste el tacón así. Cómo sería el mundo, o al menos mi mundo, contigo aquí? No quiero que te vayas. Mi vida en este momento está ideal. Me va a alcanzar el tiempo para tomarme una siesta? Tengo ganas de un disco nuevo y de leer. Pero no de leer oyendo el disco nuevo. Qué coraje me das, te odio y no te quiero volver a ver. Ya quiero ver al Sensei. También al Santero. Mi camioneta está muy sucia. Uuuuy, esta rola me encanta pero es de las tristes... ah cabrón me terminé prendiendo. No quiero estar aquí el fin de semana, quiero irme a la playa. Aunque también me late quedarme y jugar todos los días. A mi hermano lo veo bien, se está recuperando. Me caga que tenga llena de gente la casa, no me dejan estacionarme. Qué bueno que tenga compañía. Ya que deje de llover! Me gusta que esté nublado, sin sol. Qué será de la Anillada? Para qué se casa el doctor. No le hemos hecho ni despedida. No he hablado con ella, nada más me ha dejado mensajes por que le apago el teléfono. No la extraño pero sí falta acción. Pobre, no debería de seguirle en eso. Pero bueno, le he bajado, además... por qué no? Quiero a una novia ya. Vivir de soltero toda la vida no estaría mal. Estoy triste. Esa respiración macabra del viernes pasado con el Sensei estuvo extraña. Me siento un cabrón! Estoy feliz! Me siento un Tiburón como siempre quise. Qué buen concierto! No debí haberme puesto tan pedo Ni ese día ni el sábado. Por eso me enfermé?..."

CRÓNICA DE UNA GRIPE NO REPOSADA: ASÍ DE LOCA, SIN PUNTOS Y APARTE, SE PONE MI VOZ INTERNA. INCOHERENTE Y RELEVANTE EN MUCHOS SENTIDOS. DIVERTIDO PERO DIFICIL.