18 jul 2007

EL CUENTO DE LA MÁSCARA... (PARTE 2)

Está descansando y recordando lo que puede. Ha notado cómo se nubla su memoria cuando trata de revivir mentalmente los pasajes de su vida anterior al sueño. Ese sueño se ha repetido, aunque con ligeras variantes, varias decenas de veces durante los últimos cinco años. La cabra ahora se aparece en dos patas desde el inicio, dice las mismas palabras en latín que Ezequiel no descifra y no se ha molestado en tratar, lo envuelve en sus brazos viéndolo a los ojos, y con ese gesto tierno que ahora mantiene durante todo el encuentro en cada sueño (ya que a Ezequiel le ha dejado de intrigar el súbito crecer de los bigotes), sin quejarse el animal, recibe el alma en sus ojos por un momento y lo deposita de vuelta en el tendido como cuando una madre abandona a su hijo en la cuna, en silencio y con un beso en la frente, aunque ella no mira hacia atrás cuando se retira.

Hoy en su cumpleaños número "veinticinco" el viejo artista se siente exageradamente cansado. No acostumbra recostarse durante el día. Antes de saberse pintor de paisajes, que tantas satisfacciones y hasta entrevistas le traería, solía dormir durante casi todo el día solo esperando a que terminara su vida. No le gustaba nada. Después, cuando comenzó a enamorarse de los colores, las flores y los mínimos detalles que plasmaba en sus obras, esa apatía disfrazada de constante fatiga desapareció. Aún después del sueño-nacimiento (el cual por cierto le causara renunciar al gusto de dedicar todo su tiempo a realizar esas obras por hacerlo con otras un poco distintas), esa actividad de veinte horas diarias sin parar seguía para el artista. Hoy no lo había logrado. Después de caminar como todos los días lo hacía, en busca de materia prima, había decidido descansar un poco antes de regresar a su "taller" (una cueva húmeda en medio de la selva que era resguardada celosamente por sus amigos murciélagos a los que rara vez veía) y sentarse a tallar y armar sus codiciadas piezas. Así, recargando la espalda en su morral y mirando fijamente sus sucios pies desnudos como siempre, recuerda su segundo nacimiento. El temor a conciliar el sueño se le presenta y no sabe por qué. Ha tenido tantas veces ese encuentro con la cabra que ya no le asustaba. Al contrario. Las palabras en español que el animal le comparte en sus apariciones son cada vez más reconfortantes y cariñosas. Ezequiel le llama Madre. Le encanta sentirse amado pero no siempre. Por eso, con las intermitentes señas de amor que ella le demuestra durante sus sueños, se siente cómodo. Él se sabe, aunque muy viejo, un animal solitario e invencible y no necesita de nadie pues nunca lo hizo. Solo de vez en cuando con su Cabra, finge ser un débil dependiente de un ser superior, un hijo.

El temor no lo abandona aún. Es una lástima que ya no tenga fuerzas para ponerse de pie y busque algunas hierbas u hongos que lo hagan descansar. Con el tiempo y sus experiencias viajando desde el norte hasta el sureste del país, ha aprendido a usarlas y usarlos. Ahora solo espera que la fatiga venza al miedo que lo tiene temblando y logre dormir para recuperar fuerza. Empieza a caer la tarde pero no le preocupa. Ha hecho el experimento de cerrar los ojos en donde esté y caminar sin ver a donde su corazón lo guíe. Siempre ha llegado sano y salvo a su "taller", aunque le toma más tiempo. Por eso sabe que, si para cuando recuperara fuerzas suficientes para emprender su regreso la noche ya estuviera presente, él terminaría por instinto en su húmeda cueva despertando a los murciélagos o bien hasta la mañana siguiente.

Las estrellas y la luna ya son su techo. Mientras más tiembla más cansado se siente, pero no puede lograr que sus cuerpo se abandone y duerma. El miedo aumenta y está logrando desesperarlo. Este viejo ya no está para estos trotes. Ha intentado gritar para desahogar su ira pero ni para eso le alcanza la poca energía que tiene. En su morral tiene un par de plátanos pero prefiere mantener el hambre. Si come las frutas es posible que estas le inyecten energía suficiente para frenar más el sueño pero no bastante para ponerlo de pie y hacerlo caminar los cinco kilómetros que calcula, al menos, lo separan de su destino. Según sus cuentas ha estado ahí tirado por más de siete horas. Por fin se decide estirar la mano derecha por arriba de su cabeza y sacar algo de su morral. Son los materiales que había conseguido para realizar su obra del día. Cumple hoy seis años de incondicional y diariamente armar y tallar algo, y hoy no iba a romper la tradición. Cuando sacó las piezas de su morral, las acomodó justo a su lado derecho. Afortunadamente el cielo estaba despejado y había luna llena. Aunque la luna tenía un color raro, casi anaranjado, daba buena luz ayudada de las estrellas que la rodeaban. Con la ayuda de sus cansados pies se alcanzó una vara seca. Era de una madera extraña para esos rumbos. Por un momento creyó que era palo fierro pero después se reprochó haber dudado: "Es imposible que en esta selva haya madera que solo en los desiertos se encuentra Ezequiel, no estás en tus dunas" pensó. De cualquier forma la vara era extremadamente dura y serviría para tallar lo que fuera necesario.

No lograba imaginar armar una obra con esa materia prima. No había lo suficiente para hacer los tambores que tan bien le quedaban aunque nadie se los compraba, pero que gracias a ellos mataba el insomnio cuando rara vez lo atacaba golpeándo los cueros hasta el cansancio. Tampoco había encontrado ningún trozo de madera lo suficientemente grande y blando para tallarla y lograr esas formas raras que no sabía por qué gustaban tanto a los chamanes y brujos. Cada vez que alguno de estos lo buscaba para comprarle sus piezas, pensaba de dónde diablos había aprendido a plasmar esas formas. Aunque para ser sinceros, no lo intrigaba mucho ya que casualmente, las veces que lo buscaban en sus lares para comprar su bellas-horribles piezas, coincidía con que a él le rechinaban ya las tripas por no haber encontrado bocado por días. Así, sin pensar y a cambio de comida, él repartía sus obras. Pareciera que sus compradores supieran cuándo él iba a estar desesperado y no les costaría trabajo casi arrebatarle sus piezas a cambio de un plato con comida. También pareciera como si alguna fuerza superior le mandara esas especies de milagros a Ezequiel, pero para él esos no existían.

Después de casi una hora de estar tratando de idear qué hacer con lo que había encontrado durante el día, ahí tirado, se preguntaba por qué justamente hoy lo invadiría este cansancio que nunca había tenido mas que cuando "nació". Sin encontrar una respuesta lógica volteó al cielo como si ahí la fuera a encontrar escrita. Se sentía observado. Notó que la luna era ya casi roja. Nunca había visto eso. También notó que las estrellas habían desaparecido en un cielo despejado. Ver hacia arriba era encontrarse con un lienzo negro y un círculo color rojo al centro que aparentaba la boca de un túnel. Muy raro hasta para Ezequiel que ya había visto mucho, si no es que todo.

Las tripas se le pegaban del hambre. Sentía ya cómo entre ellas se devoraban, pero se resistía a comer los plátanos. El cansancio no le empeoraba pero tampoco se recuperaba. El miedo seguía constante e intenso. Entonces sospechó que se moría. Era hora de despedirse? A su "corta" edad era todo lo que iba a vivir? Volteó a ver sus manos. Bajo esa luz roja de la luna se las notó más viejas que lo normal. Las uñas largas y mugrosas le brillaban como si estuviera gozando de excelente salud. Raro contraste. Se quitó el pañuelo que llevaba amarrado en la frente y lo puso a su derecha junto a la bola de chatarra inservible que había recolectado. Su cabeza descansó, y cuando cerró una vez más los ojos, sintió por un segundo como si por fin conciliaría el sueño, pero no; solo vio por un momento a su Madre, erguida en dos patas y con los bigotes más largos que nunca, llamándolo y con los brazos abiertos. Casi podría jurar Ezequiel que le notó una sonrisa en el hocico. Abrió los ojos conteniendo el susto (la última vez que dudó de la imagen del animal escuchó un sonido que no quiere volver a experimentar y mucho menos en su agonía). Ahora sabía que era hora de entregarse e irse de este mundo pero no sin antes dejar realizada su última obra. Reflexionó que su misión en esta realidad de la que se despedía era esa, su arte. De algún lado sacó de pronto fuerzas y creatividad. Sin cambiar de posición, tomó el cráneo de burro y separó la mandíbula hasta arrancar la parte inferior y lanzarla lejos de lo que estaba por convertirse en su tumba. No quería basura. Comenzó a llover extrañamente. Esa agua provenía de algún lado distinto a las nubes. No había nubes en ese cielo. Sin dejar que esa extrañeza le preocupara, con prisa tomó lo que restaba del exótico material animal (el cráneo y la parte superior de la quijada que quedaron unidos con todo y los dientes) y lo cubrió de tierra dejando a la vista solo los dientes frontales. Mientras dejaba que la lluvia humedeciera al montón de tierra que esto formara y que colocó en medio de sus piernas, tomó su demás material. Era una cola de caballo solamente. Los pelos seguían manejables y frescos. La había arrancado de un animal que no llevaba más de tres días muerto. Usó sus uñas como peine y la dejó reluciente, como si hubiera contagiado algo de su brillo. La separó en dos y luego una de las mitades a su vez en dos. Al final tenía tres partes, una más grande que las otras. Cuando terminó con esto, volvió la vista a entre sus piernas. La tierra que cubría el cráneo de burro ya estaba rígida en su mayoría y en partes era como una especie de resina pegajosa. Sin detenerse a reflexionar en la razón de la rara reacción química que enfrentó su material, tomó su vara seca y fuerte y comenzó a tallar improvisadamente sobre las partes rígidas, sin pensar sus movimientos. No tardó más de dos minutos en saber qué estaba creando. Sonrió y la fatiga le volvió de porrazo como si el mundo le cayera encima a manera de castigo. Como si le dejara saber que eso era cosa seria. Con trabajo usó la resina como pegamento y colocó las dos partes pequeñas de lo que fue la cola de caballo. Cada una por su lado. Hizo lo mismo con la más grande cuidando mucho su acomodo y deseó tener más de ese pelaje para cubrir otra parte y culminar la obra. De pronto notó cómo esa precisa parte se llenó de un pelaje muy similar, poco a poco, y justo en el largo que el artista había proyectado mentalmente al pensar con anterioridad. No había de qué sorprenderse, para qué? Solo sintió el mismo alivio de siempre cuando durante su vida culminaba cada pieza y fue lo último. La vida se le acababa y él sabía. Ezequiel ya no sabía si estaba despierto o dormido, ya no le importaba. Todo cesó. La lluvia, el cansancio, la luz y el miedo no significaban nada. No sentía nada. Todo estaba oscuro menos él y su obra. Pareciera que había dos focos dando luz directa a esos dos puntos, como cuando en un escenario se obliga a la audiencia fijar su atención ahí. Vio su alma salirle lentamente por el ombligo y se auto-despidió apenas levantando la cabeza. Cuando ya solo quedaba un hilo de alma en su cuerpo, volteó a ver lo que sería su primer máscara hecha y su última obra de este mundo, y se despidió diciendo "Adiós Papá, mucho gusto ".

FINAL.

11 comentarios:

Chilanga Catastrófica dijo...

Mi adorado y cada palabra más admirado extra-Ordinario... una serie de anotaciones:
1) QUIERO MAS CUENTOS -sigues lleno de sorpresas.
2) Mi nuevo Gurú nos dice que es casi imposible permitir que detalles de nuestra vida sean 'robadas' por los personajes que creamos y en este caso, las obras, los colores y las flores que tu personaje le roba al Indocumentado que pintó tu vida de colores... MIL BESOS.
3) QUIERO MÁS LETRAS TUYAS.
Besos miles.

ElOrdinario dijo...

Catas: Ya habrá algo que me motive cuentearlos. Aunque a mi adorada Ave Leña no le gustó nadita, yo para ser sincero me sentí cómodo en este experimento. Me da gusto que te haya gustado y sobre todo que hayas encontrado en este Ezequiel esos detalles que significan tanto en mi vida. Gracias.

Ave leña: By the way, el próximo trataré de no hacerlo tan oscuro... quiero que te guste maldita!! Te requiero y extraño.

Anónimo dijo...

Jaja! Tu manera de escribir siempre me va a gustar.... tus cuentos...ya veré. Yo te re- requiero y extraño también!

Anónimo dijo...

Pues por mi parte no te requiero o reextraño, pero si requería leer el final del cuento, creo que fue buena idea eso de contarlo en partes, el suspenso es adictivo.
Sigue con tus experimentos...

El primero.

Anónimo dijo...

Primero: Te reagradezco. Saludos.

Anónimo dijo...

en el vacio de ezequiel que en apariencia lo ha perdido todo se encuentra la libertad total que permite ser uno con el padre al tiempo de abrazar amorosamente los demonios internos, me gusto tu cuento, eso de la dualidades te esta enseñando un chingo, me gusta tu manera de aprender

Anónimo dijo...

Me suena a que hay un nuevo Anonymus! Si es así bienvenido y sí, me está dejando muchas enseñanzas y abriendo de más los ojos. Gracias por leer mi primer cuento. Saludos.

Anónimo dijo...

con al novedad de que no hay un nuevo anonimo el comentario es mio soy el dos y reitero que me gusta como aprendes

Anónimo dijo...

Sensei, no se qué lei diferente que pensé que era nuevo anónimo. Ya hasta iba a solicitar que se pusiera apodo diferente pero no me quería ver moñudo. Gracias por regresar y por ayudarme a aprender.

Chilanga Catastrófica dijo...

PST... ya ponte a escribir y ve a mi Blogg, que estás Nominado. Harto Beso.

Anónimo dijo...

se necesita mucha imaginacion para escribir algo asi y tu la tienes ya lo demostraste pero no me encantan los cuentos.